Liberalismo
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Liberalismo
EL LIBERALISMO: El conjunto de las transformaciones ideológicas y políticas que se habían desarrollado en Europa y América entre finales del siglo XVII y el fin del Imperio napoleónico (1815) conformaron una corriente ideológica y una doctrina política que conocemos como liberalismo. Aunque la palabra «liberal» (amigo de la libertad), parece ser que fue acuñada en España, en las Cortes de Cádiz (1812), en sentido amplio el término «liberal» sirve desde el siglo XIX para denominar un conjunto de ideas que fueron la base y el sustento de los sistemas políticos creados por las revoluciones liberal-burguesas.
Además de su contenido político o económico, las ideas liberales se plasmaron también en un modo de entender la sociedad y en una actitud hacia las personas y las relaciones sociales. Así, en nombre de la razón y del derecho de todo hombre a vivir libre, los liberales concibieron el universo como una inmensa mecánica cuyos engranajes obedecían a leyes naturales.
Por ejemplo, cuando Newton descubre las leyes elementales de la física, o Galileo afirma que la tierra gira en torno del sol, no ponen en tela de juicio ningún dogma de la Iglesia, sino algo mucho más radical: la presencia de Dios en cada acontecimiento. Cuando los científicos a partir del Renacimiento van descubriendo las leyes de la naturaleza por medio de la ciencia, no niegan la existencia de Dios, al contrario atribuyen al creado haber dictado esas mismas leyes que ellos simplemente descubren, pero este cambio produce una alteración profunda en la tarea de la búsqueda de la verdad. Hasta entonces, era Dios el que hacía salir el sol todas las mañanas por el este, y nada obstaba a que un día, a su Divino arbitrio, lo hiciera salir por el oeste. Al descubrir leyes inmutables de la naturaleza, el «rol» del Creador quedaba limitado al momento de la creación, con lo que, estaban afirmando (por cierto de manera muy poco explícita) que el camino hacia la verdad lo brindaban la ciencia y no la teología.
Consideraban que la sociedad estaba compuesta por individuos y no por órdenes clases, o estamentos, y erigieron en doctrina la defensa de la libertad individual. La libertad, que ellos definían como la ausencia de sometimiento a otros, era un bien en sí mismo en todos los campos: civil, religioso, político y económico. La nueva ideología defendía la libertad de comprar, vender, contratar o establecerse, sin otros límites que el propio deseo y el respeto a la libertad de los otros.
La libertad no podía ser limitada por ningún tipo de autoridad, fuera política o espiritual. Defendían la libertad de pensamiento y denunciaban todo intento de limitar la libertad de conciencia y de creencias. Reclamaban el derecho a la libre reunión, a la asociación, a la expresión de las ideas, a la manifestación y a la libertad de prensa. Asimismo, consideraban que la religión debía ser una convicción personal y no un asunto de la vida pública. Se podía creer o no en Dios y ser igualmente un buen ciudadano. Disociaban, por tanto, lo temporal de lo espiritual y defendían un Estado laico, no confesional.
Haciendo un poco de historia se observa que en Francia, existía lo que luego se denominó el «antiguo régimen». Un rey absoluto, y una serie de nobles cortesanos que gozaban de toda clase de prerrogativas. El lujo del palacio de Versalles se lograba a costa de impuestos que sometían a la miseria a la mayoría de la población. El alto clero (obispos y cardenales) y la nobleza eran una pequeña minoría, pero monopolizaban el poder económico y político del reino. Por eso, el liberalismo en Francia se destaca por su carácter político. Buscan llegar a una forma de gobierno democrática y consagrar los derechos individuales.
Por lo tanto, los liberales rechazaban todo poder absoluto y desconfiaban de los poderes constituidos. Eran partidarios de un régimen parlamentario con garantía de derechos y separación de poderes. Cada uno de los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) equilibraba a los otros dos. El poder no podía manifestarse bajo la forma de decisiones arbitrarias que provinieran de una autoridad que se reclamaba de derecho divino. Los liberales no eran hostiles a la monarquía, siempre que fuera constitucional y que los monarcas reinaran, pero no gobernaran.
Toda decisión debía emanar de una Asamblea elegida por sufragio, que representaba la voluntad general de la nación y para la que defendían una gran cantidad de prerrogativas. La voluntad de la nación debía expresarse mediante la elaboración de leyes y debía ser la ley la que rigiera la vida pública. La Constitución era la gran ley, el marco que regulaba las relaciones entre los ciudadanos de un Estado y garantizaba sus derechos.
Pero además, para el liberalismo, las leyes debían garantizar el ejercicio individual de las libertades individuales frente al poder del Estado y se definía la libertad política como el conjunto de garantías del ciudadano ante los poderes públicos. Los liberales deseaban un Estado que respetara las libertades y que hiciera aplicar una ley igual para todos.
En Inglaterra la aristocracia inglesa venía arrancando concesiones a los reyes desde Edad Media. La célebre Carta Magna de 1215 limitaba seriamente el poder real a favor del Parlamento. En 1679 el rey se había visto forzado a firmar el "bill de habeas corpus", y diez años después debieron firmar la «declaración de derechos» que reducía aún mas el poder real y reconocía algunos derechos de los ciudadanos.
En el siglo XVIII el parlamento tenía cada vez más poder y surgieron dos partidos políticos que disputaban las bancas del parlamento mediante el voto de los ciudadanos. Inglaterra era vista en toda Europa como un modelo de libertad y tolerancia, a pesar de que había tenido persecuciones religiosas y otras atrocidades. Ya en el siglo XVIII la preocupación de los ingleses no era el poder real, sino la riqueza, los inventos Y el comercio monopólico con sus colonias que condujo a la revolución industrial.
Además de su contenido político o económico, las ideas liberales se plasmaron también en un modo de entender la sociedad y en una actitud hacia las personas y las relaciones sociales. Así, en nombre de la razón y del derecho de todo hombre a vivir libre, los liberales concibieron el universo como una inmensa mecánica cuyos engranajes obedecían a leyes naturales.
Por ejemplo, cuando Newton descubre las leyes elementales de la física, o Galileo afirma que la tierra gira en torno del sol, no ponen en tela de juicio ningún dogma de la Iglesia, sino algo mucho más radical: la presencia de Dios en cada acontecimiento. Cuando los científicos a partir del Renacimiento van descubriendo las leyes de la naturaleza por medio de la ciencia, no niegan la existencia de Dios, al contrario atribuyen al creado haber dictado esas mismas leyes que ellos simplemente descubren, pero este cambio produce una alteración profunda en la tarea de la búsqueda de la verdad. Hasta entonces, era Dios el que hacía salir el sol todas las mañanas por el este, y nada obstaba a que un día, a su Divino arbitrio, lo hiciera salir por el oeste. Al descubrir leyes inmutables de la naturaleza, el «rol» del Creador quedaba limitado al momento de la creación, con lo que, estaban afirmando (por cierto de manera muy poco explícita) que el camino hacia la verdad lo brindaban la ciencia y no la teología.
Consideraban que la sociedad estaba compuesta por individuos y no por órdenes clases, o estamentos, y erigieron en doctrina la defensa de la libertad individual. La libertad, que ellos definían como la ausencia de sometimiento a otros, era un bien en sí mismo en todos los campos: civil, religioso, político y económico. La nueva ideología defendía la libertad de comprar, vender, contratar o establecerse, sin otros límites que el propio deseo y el respeto a la libertad de los otros.
La libertad no podía ser limitada por ningún tipo de autoridad, fuera política o espiritual. Defendían la libertad de pensamiento y denunciaban todo intento de limitar la libertad de conciencia y de creencias. Reclamaban el derecho a la libre reunión, a la asociación, a la expresión de las ideas, a la manifestación y a la libertad de prensa. Asimismo, consideraban que la religión debía ser una convicción personal y no un asunto de la vida pública. Se podía creer o no en Dios y ser igualmente un buen ciudadano. Disociaban, por tanto, lo temporal de lo espiritual y defendían un Estado laico, no confesional.
Haciendo un poco de historia se observa que en Francia, existía lo que luego se denominó el «antiguo régimen». Un rey absoluto, y una serie de nobles cortesanos que gozaban de toda clase de prerrogativas. El lujo del palacio de Versalles se lograba a costa de impuestos que sometían a la miseria a la mayoría de la población. El alto clero (obispos y cardenales) y la nobleza eran una pequeña minoría, pero monopolizaban el poder económico y político del reino. Por eso, el liberalismo en Francia se destaca por su carácter político. Buscan llegar a una forma de gobierno democrática y consagrar los derechos individuales.
Por lo tanto, los liberales rechazaban todo poder absoluto y desconfiaban de los poderes constituidos. Eran partidarios de un régimen parlamentario con garantía de derechos y separación de poderes. Cada uno de los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) equilibraba a los otros dos. El poder no podía manifestarse bajo la forma de decisiones arbitrarias que provinieran de una autoridad que se reclamaba de derecho divino. Los liberales no eran hostiles a la monarquía, siempre que fuera constitucional y que los monarcas reinaran, pero no gobernaran.
Toda decisión debía emanar de una Asamblea elegida por sufragio, que representaba la voluntad general de la nación y para la que defendían una gran cantidad de prerrogativas. La voluntad de la nación debía expresarse mediante la elaboración de leyes y debía ser la ley la que rigiera la vida pública. La Constitución era la gran ley, el marco que regulaba las relaciones entre los ciudadanos de un Estado y garantizaba sus derechos.
Pero además, para el liberalismo, las leyes debían garantizar el ejercicio individual de las libertades individuales frente al poder del Estado y se definía la libertad política como el conjunto de garantías del ciudadano ante los poderes públicos. Los liberales deseaban un Estado que respetara las libertades y que hiciera aplicar una ley igual para todos.
En Inglaterra la aristocracia inglesa venía arrancando concesiones a los reyes desde Edad Media. La célebre Carta Magna de 1215 limitaba seriamente el poder real a favor del Parlamento. En 1679 el rey se había visto forzado a firmar el "bill de habeas corpus", y diez años después debieron firmar la «declaración de derechos» que reducía aún mas el poder real y reconocía algunos derechos de los ciudadanos.
En el siglo XVIII el parlamento tenía cada vez más poder y surgieron dos partidos políticos que disputaban las bancas del parlamento mediante el voto de los ciudadanos. Inglaterra era vista en toda Europa como un modelo de libertad y tolerancia, a pesar de que había tenido persecuciones religiosas y otras atrocidades. Ya en el siglo XVIII la preocupación de los ingleses no era el poder real, sino la riqueza, los inventos Y el comercio monopólico con sus colonias que condujo a la revolución industrial.
Maledictum Sanguine- Admininistrador
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