El Guerrero Invencible - Filosofía Samurai
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El Guerrero Invencible - Filosofía Samurai
Kan estaba rebosante de alegría, ya era un verdadero Samurai!
Habían pasado dos meses semanas desde que su padre Kazo le entregara su espada de aprendiz.
Hoy su padre, henchido de ego, rebosante de alegría, le entregaba su reluciente espada katana de Samurai. Una preciosa y afilada espada con el mango cubierto de oro y plata que representaba su estátus, su poder y sobre todo, que por fin era un verdadero Samurai! El más joven Samurai del ejercito.
Kan, con solo doce años había sido capaz de conseguir en solo dos meses lo que otros no eran capaces de conseguir en años.
El joven samurai desenvainó por primera vez su reluciente espada de oro y plata y leyó la inscripción grabada en antiguas runas que recorría el reluciente filo "Miles de granos de arena amontonados forman una pagoda". Meditaría más tarde sobre el significado de esta inscripción, ahora era un momento de dicha y celebración.
El viejo Samurai, orgulloso levantó en volandas a su joven hijo y lo mostró a todos los Samurais allí reunidos. "¡Este es mi hijo!" proclamo orgulloso "¡Un verdadero Samurai!" y la fiesta continuó hasta altas horas de la noche.
Kan despertó temprano, estaba ansioso por comenzar este día. Por fin era un verdadero Samurai, había dejado de ser un aprendiz y ya era todo un Samurai reconocido, así lo demostraba la hermosa espada katana que colgaba en su cintura.
Como Samurai disfrutaba de su propia tienda privada en la que reunirse con su escolta personal y mantener reuniones privadas. Naturalmente todavía no tenía una gran graduación y su tienda era modesta, adornada con los regalos que sus amigos le habían entregado el día anterior. Sin embargo para el joven Samurai era tan bella como el mayor de los templos, pues la había conseguido gracias a su propio esfuerzo y sin que nadie le ayudara.
Kan escruto el cielo. El rojo sol estaba empezando a nacer en el horizonte, todavía era muy temprano y tenía tiempo para meditar. Desenvainó su plateada katana y observó los dorados reflejos del Sol en su hoja mientras meditaba en la inscripción tallada en ella.
"Miles de granos de arena amontonados forman una pagoda"
Su padre quería transmitirle algo, y esta vez tendría que descubrírlo el. Su última conversación había girado acerca de construir un templo samurai, empezando por los cimientos. Kan ya casi había logrado este objetivo, contaba con cinco Samurais fieles en su guardia personal, cerca de quince guerreros, no lo suficientemente diestros para poder considerarlos Samurais. Y toda su guardia personal contaba a su vez con tres o cuatro Samurais y algún que otro guerrero. En total sumaban cincuenta guerreros, diecisiete de ellos verdaderos Samurais!
Kan sabía que ya casi estaban formados los cimientos de su templo, y su padre le mandaba una inscripción que trataba sobre una pagoda. El joven Samurai había visto muchas pagodas en su infancia, eran enormes torretas de trece pisos de una belleza incalculable. Se situaban a los lados de los templos como una parte de los mismos para llamar la atención de los caminantes desde lejos y atraerlos al templo.
Su padre, el general de generales le estaba diciendo que esas maravillosas torres, exponentes de una belleza sin igual, eran solo miles de granos amontonados uno sobre otro, Kan empezaba a comprender...
- ¿Eres tu Kan? - Tronó una voz a su espalda.
- Si, yo soy el Samurai Kan - dijo sonriendo mientras se daba la vuelta - ¿Quien eres tú caminante?
- Soy el terrible Omius, guerrero veterano de cien batallas - pronunció rotundamente - e invicto en todas ellas. Nadie jamás a logrado superarme en la batalla y con estos antecedentes vengo a posar mi espada a tus pies y a abrazar tus rodillas para rogarte que me permitas entrar a tu servicio. Pues tu fama recorre la región como el más joven y exitoso de los Samurais. Si has logrado llegar a tu posición con solo doce años, quiero estar a tu lado cuando seas un hombre maduro y seas general de generales. - La mirada del poderoso guerrero era directa y penetrante, su musculoso cuerpo denotaba una fuerza sin igual, y sus manos parecían hechas para manejar la poderosa y terrible espada de más de dos metros que posaba a los pies de Kan mientras pronunciaba estas palabras.
El joven Kan estaba con la boca abierta como un tonto, nunca había soñado nada parecido. Antes la gente le había repudiado acusándole de mentiroso y embaucador y ahora un poderoso guerrero se postraba ante el como ante un rey!!!
Tras unos segundos de duda, el entrenamiento Samurai del joven le ayudó a salvar la situación con sabiduría y justicia.
- Por favor, Omius, levántate y recoge tu espada. Estaré encantado de que te unas a mi equipo de Samurais - una plácida sonrisa iluminaba la cara de Kan - hoy, cuando el Sol se halle en su cenit, nos reuniremos todos en frente de mi tienda, te ruego que acudas para unirte oficialmente con nosotros.
- Si señor! - Respondió efusivamente Omius y se dispuso a alejarse.
- Ah Omius! - El guerrero miró al joven mientras se alejaba - no me llames señor... que me haces sentir viejo... - La cara de Kan se torno roja de vergüenza y Omius se alejó contento y sonriente por haber encontrado no solo a un futuro general, sino también a un futuro amigo.
Era mediodía, una suave y cálida brisa soplaba del Sur alegrando los corazones de los Guerreros y los Samurais, Omius estaba sentado delante de todos, esperando su presentación oficial. Kan salió por fin de su nueva tienda, portaba en sus manos una espada katana de las que lucían los aprendices. Y en su cintura lucía su hermosa katana dorada y plateada despidiendo luminosos destellos contra el Sol de la mañana.
- Queridos amigos - Empezó Kan - Hoy tenemos el honor de incluir en nuestro equipo a un experimentado guerrero. Uno que ha participado en cientos de batallas sin ser vencido ni una sola vez - murmullos de admiración corrieron entre los aprendices - Por eso es un orgullo para mí el poder entregar su primera katana a Omius. Bienvenido Seas!
Omius miró con una extraña mueca el arma que le tendía Kan, era una espada casi totalmente recta que medía poco más del brazo de un hombre de un solo filo, él estaba acostumbrado a utilizar su gran espada bastarda de casi dos brazas, de doble filo y con muescas cerca de la empuñadura que ayudaban a desgarrar la carne del enemigo. Sin embargo cogió la espada que le tendía el joven Samurai y descubrió asombrado el increíble filo de esta, cosa que le agradó, y sonriente proclamó en voz alta.
- Kan, tu me has hecho un regalo y yo quiero hacerte otro. Esta tarde, cuando el ocaso este cerca te enseñaré como ganar siempre una batalla.
El joven Samurai quedo sorprendido y agradado por el ofrecimiento de Omius y aceptando de buen grado comenzó a enseñar a todos los nuevos, incluido Omius las bases que todo Samurai había de conocer. "Hoy habéis dado un paso muy importante. Habéis dejado de ser personas normales, habéis dejado el bosque para introduciros en el camino de la vida por el sendero de los Samurais. Habéis superado la trampa invisible que tienden los fantasmas del miedo y del fracaso..." y así continuó la tarde, como tantas otras, enseñando, a los nuevos aprendices, la misma sabiduría y repitiendo las mismas palabras que en su día, hace solamente dos meses, le había dicho su padre.
Más tarde, una vez finalizadas las clases, Kan y Omius se reunieron en un claro apartado, donde Omius se transformó en profesor y el joven Samurai en aplicado alumno.
- Lo primero que debes saber Kan, es que todo duelo se gana o se pierde en los cinco primeros segundos.
- ¿Como es eso Omius?
- Es tu presencia física, tu fortaleza mental y las primeras palabras que surjan de tu boca las que deciden el resultado de la liza, naturalmente las cosas siempre pueden cambiar, sin embargo es esta primera impresión que le causas a tu contrincante la que normalmente decidirá el resultado del combate.
Kan estaba asombrado, no tenía ni idea de que fuera así, sin embargo Omius debía de saberlo bien, pues nunca había sido derrotado.
- Joven Samurai. Si cuando te presentes a un adversario tu ropas están cuidadas, tu aspecto impoluto, tu animo es tranquilo y seguro, tu mirada es franca y directa. Vacía de odio y penetrante. Y si las primeras palabras que surgen de tu boca lo hacen con tono seguro, pausado y firme. Darás la impresión al enemigo de que tu seguridad es firme como una roca, que estás tan seguro de ganar la batalla que harás que tu contrincante se ponga nervioso, pensará que eres mucho mejor que el y tendrá miedo de perder. En ese momento, cuando consigas que tu enemigo esté en desventaja moral frente a ti, habrás ganado la batalla, pues como me dijo mi padre "Al enfrentarse a muerte, el que está listo para morir sobrevivirá, mientras que el que quiere vivir a toda costa morirá"
Kan meditó silenciosamente las palabras del veterano guerrero, por experiencia sabía que si antes de cualquier batalla, aunque solo fuera una simple pelea de niños, el que tuviera miedo sería sin duda el perdedor. Sin embargo, el que estaba seguro de si mismo y confiaba en sus convicciones y técnicas, resultaba vencedor. El joven samurai gravó en su mente las palabras de su nuevo amigo para después enseñárselas a su pequeña tropa.
- Has siempre de elegir tus armas con cuidado, cuando utilices el arco, escoge uno resistente. Cuando escojas una flecha elige una larga. Para derribar al jinete, abate antes a su corcel. Para prender a los bandidos captura al que los manda.
- En resumidas cuentas, que golpee donde duele
- Esa es otra forma de decirlo! - río alegremente Omius azotando una poderosa palmada al Joven Samurai que le arrojó de su asiento al suelo. Donde decidió quedarse, sentado a cierta distancia, por si el guerrero quería demostrarle otra vez su amistad de la misma manera.
- Siempre has de dar la imagen de tener todo bajo control Kan, así tu contrincante se sentirá inseguro y cometerá algún fallo, en ese momento es cuando debes atacar. El general que sabe cuando atacar, hace que su enemigo no sepa cuándo defenderse.
- Es cierto, siempre he pensado que el ataque tiene éxito cuando el enemigo descuida la defensa. - Dijo pensativo Kan, parecía un hombre atrapado en el cuerpo de un niño.
- Dime Kan, como atacas a tus enemigos.
Kan quedo muy sorprendido ante esta pregunta.
- Pues... atacándoles claro!
- Muy mal echo jovencito! - Se burlo el luchador - Seguro que más de una vez te has llevado una buena paliza ¿A que sí?
- Bueno... - El joven Samurai torció la cara para que Omius no pudiera ver su vergüenza - Es cierto que me han vencido unas cuantas veces en estos dos meses, pero tanto como darme una paliza... Pero siempre me he levantado, entrenado y mejorado aprendiendo de mis fallos!
Omius estaba sorprendido ante la directa respuesta del joven, otros abrían negado el hecho, sin embargo Kan no solo había reconocido su falta. Además la mayoría de los jóvenes, incluso la gran parte de los adultos se rendían ante sus errores, Kan aprendía y mejoraba con cada uno de ellos. Esto impresionó al guerrero, en ese momento a Omius no le cupo la menor duda de que ese niño que tenía delante, una vez hubiera crecido, sería el mayor líder que jamás pisara la tierra.
- Eso que has dicho demuestra que te mereces el titulo de Samurai que ostentas - El luchador miraba con admiración al niño Samurai - pero debes saber que el que conoce el arte de la aproximación directa y de la indirecta resultará victorioso. Ése es el arte de la maniobra.
- ¿Que quieres decir con eso? ¿Como puedo atacar indirectamente a alguien?
- Eso no lo puedes aprender en una sola tarde, baste por hoy que aprendas estas lecciones que hoy te enseño e intentes aplicarlas en tu vida cotidiana, para que cuando llegue el momento de la lucha, puedas utilizarlas como una parte más de ti. Solo un consejo más por hoy: si quieres hacer algo, haz que tu contrincante lo haga por ti.
- Buf! Casi eres tan enrevesado como mi padre, os encanta llenarme la cabeza de acertijos! ¿Como puedo hacer que mi contrincante haga algo por mí?
- Muy fácil, hay dos formas: La primera es pedírsela, y la segunda es engañándole para que lo haga. Te contaré una pequeña fábula:
<<Un astuto zorro atrapado por un tigre hambriento le engaño de la siguiente manera:
"No te atreverás a comerme, porque yo soy superior al resto de los animales, y si me comes enojarás a los dioses. Si no me crees, sólo tienes que seguirme y comprobar lo que pasa."
El tigre siguió al zorro dentro del bosque y todos los animales huían en cuanto les veían. El tigre, maravillado y sin caer en la cuenta de que era él el que causaba el miedo, dejó que el zorro se fuera.>>
- Ves, es muy fácil cuando aprendes como hacerlo. Por ejemplo tu eres un Samurai muy joven y todavía tienes poca experiencia en la batalla. Abrá muchos que no quieran alistarse en tu ejército, pues todavía eres poco poderoso. Conozco bien a los hombres, y a los aventureros en especial. Si quieres que engorden más rápidamente las filas de tu ejército utiliza la imagen de tu padre.
- ¿Como? ¿Puedo hacer eso? - Kan estaba asustado y entusiasmado a la vez. - No sería engañar??
- Claro que puedes hacerlo Kan, acaso no formas parte del ejercito de tu padre?
- Si, claro, estoy directamente bajo sus ordenes...
- Entonces todo aquel que forme parte de tu ejército lo será también del de tu padre...
- ¡Tienes razón! Muchos no quisieron alistarse conmigo por que yo era muy jóven... me llamaron cuentista... - Los ojos de Kan brillaban de ilusión - pero nadie se atrevería a llamar cuentista a mi padre, el general de generales!
- Realmente todavía habrá gente que considere que no es lo bastante buena, ostras sin perla como tu dices, sin embargo habrá mucha más gente que quiera probar...
- Tienes razón, cuéntame más cosas... - Kan estaba entusiasmado, estaba aprendiendo muchas cosas que utilizar en la batalla.
- Solo una última cosa mi jóven superior, la mejor forma de solucionar los problemas es buscando su causa y actuando rápido "para librarse de las semillas, arrancar de raíz; para que una cazuela deje de hervir, retirar el combustible" - Omius bostezó, la luna ya estaba bien alta y había sido un día duro para él - Ahora hemos de retirarnos a dormir, ya es tarde y mañana serás tú el que tenga que enseñarme a mí.
- De acuerdo - Kan saltó y hechó a correr hasta su tienda - Hasta mañana Omius!
- Bueno, bueno, parece que este chico es dicho y hecho... - Omius estaba realmente asombrado con el jóven Samurai - ...muy pronto será el mayor estratega del mundo, muy pronto... - Y acostándose sobre un montón de hojas se durmió con las estrellas como su único techo.
La aurora, con sus resplandecientes dedos rojos, llegó pronto. Omius era un guerrero avezado, forjado en mil batallas y la instrucción que había recibido el día anterior no había caído en terreno yermo. Se aseó rápidamente en el río y partió al camino antes aun de que finalizará el amanecer.
Después de un largo caminar, llegó a su antiguo campamento donde aun dormían sus antiguos camaradas.
- ¡Levantar haraganes! Así es como ganáis las batallas.
Cien somnolientos guerreros le miraron con cara de malos amigos, la noche anterior habían estado bebiendo hasta tarde y no tenían la cabeza para bromas.
- ¡Venga! Alegrar esas caras y tomar vuestros petates aquellos que seáis audaces y queráis obtener gloria, riquezas y poder! - El veterano luchador los miró desafiante y sacando su larga espada bastarda pronunció estas palabras - Y el resto... Podéis moriros todos, pues nunca seréis más que simples guerreros borrachos!
- Qué es lo que propones tú tan airadamente - contestó un guerrero escondido entre las sombras - las promesas que nos haces ya nos las ha hecho antes nuestro capitán, el mismo al que tú has abandonado.
- Lo que yo os propongo - Respondió avezado Omius - Es uniros a un verdadero ejército, uno que está regido por la camaradería y por la justicia, en el que cada guerrero recibe exactamente lo que vale, donde, si trabajáis para ello, podréis llegar al puesto que vosotros mismos os marquéis. Lo que os propongo es la mejor oportunidad que pueden presentaros en vuestra triste vida, la de convertiros en un verdadero Samurai!
- Yo he oído algo sobre esos Samurais - Respondió un guerrero bajito y flacucho - Dicen que son capaces de realizar verdaderas proezas, que no les importa que seas guapo o feo, que seas de uno u otro color, te aceptan como un hermano si eres justo y trabajas como debes.
- Así es, y es cierto - Respondió Omius - Uniros a mí, convertiros en Samurais y tendréis todo aquello con lo que habéis soñado. Posesiones, ejército, amigos y sobre todo, felicidad! Si, felicidad, pues e contemplado la faz de los Samurais y sólo he encontrado paz y dicha en sus corazones. ¿Tenéis eso vosotros? ¿Queréis conseguirlo? Eso es lo que yo os ofrezco ¡Uníos a mí!
- Son bonitas tus palabras Omius - Contestó un guerrero desaliñado y lleno de pulgas - ¡Oíd todos! Mi hermano se unió hace un año a esos Samurais y no consiguió nada en las dos semanas que estuvo con ellos. Ni dinero, ni poder ni sabiduría. Yo proclamo que eso es una estafa y que prefiero seguir durmiendo en las porquerizas, junto a los cerdos, que unirme a esas gentes tan extrañas. ¡No son normales!
- Tienes razón - Respondió Omius - No son gente normal, ¡son personas extraordinarias! Buenas personas que se dedican a ayudar a los demás, no ha robarles como hace tu hermano, pues por eso está en la cárcel, por ladrón. No me extraña que un cobarde como tu hermano no consiguiera llegar a ser un Samurai, pues lo primero que se necesita para ser un verdadero Samurai es un corazón puro y valeroso. Tú y todos los que sean como tú y como tu hermano podéis quedaros junto a los cerdos revolcándoos en los desechos, lo que yo busco son hombres valientes y puros, hombres que quieran ayudar a los demás y llegar a ser algo en la vida. ¿Quienes de vosotros sois valerosos y puros de corazón? Aquellos que lo seáis seguirme y cambiareis vuestras vidas! - Dicho esto, el guerrero invicto dio la espalda a sus camaradas dándose la vuelta, y sin siquiera mirar a atrás echo a andar por el camino.
De cien solo fueron veinte los que le siguieron, los demás se quedaron bien por desconfianza, bien por miedo a fracasar. Sin embargo eran esos veinte los que le interesaban a Omius, por eso paró en el camino en una agradable posada y los convidó a todos a bebida y comida para que llegaran descansados y también para contarles más acerca de los Samurais.
Cuando llegaron a la tienda de el joven Kan, este acababa de entregar sus katanas a los nuevos Samurais, al ver el Samurai a el veterano Guerrero acompañado de tanta gente en un principio se sorprendió, pero enseguida le comunicó Omius que estos eran nuevos aspirantes a Samurai.
Kan quedó gratamente sorprendido e ilusionado, sin embargo pronto descubrió que no tenía suficientes katanas en su tienda y partió presto a por más espadas para los nuevos aprendices a la tienda de su padre.
Así entró Kan, corriendo y nervioso en la tienda de su padre, el general de generales, y se lanzó sobre las katanas que este tenía guardadas en un baúl contándolas una y otra vez intentando cargar el solo con las veinte de una vez.
- Hijo mío! Ya ni siquiera saludas a tu padre? ¿Tan importante te has vuelto al hacerte Samurai que te olvidas de tu anciano padre?
- O padre, lo siento no os había visto - Respondió Kan avergonzado.
- Ya lo creo! con veinte katanas entre los brazos no vería bien ni el mismo águila! - y cogiendo la mitad de las espadas para ayudar a su hijo terminó - a ver, deja que te ayude ¿Donde las llevas?
- A mi tienda Padre...
- Pues vamos, que te acompañaré para ayudarte, no quiero que te rompas la crisma contra un árbol que no puedas ver. Y cuéntame que es lo que te pasa por el camino!
- Hoy es un día feliz Padre! Ayer se unió a mi equipo un guerrero llamado Omius..
- Lo conozco, es un famoso guerrero muy diestro, dicen que es capaz de vencer a cualquiera con su espada.
- Así es padre, pues el caso es que ayer le entregué su katana de aprendiz, asistió por la tarde a su primera clase... - Kan omitió a posta que después Omius le había dado clases privadas para evitar ofender a su padre - y hoy mismo ha venido con veinte guerreros! ¡Veinte guerreros que quieren ser Samurais!
- Entonces para ellos son todas estas espadas...
- Si padre, yo no tenía suficientes, así que decidí pedirte prestadas unas pocas - la tez de Kan se estaba enrojeciendo.
- Ya, y con la emoción del momento se te olvido pedirme permiso para cogerlas y decidiste tomarlas directamente ¿No?
- Eh... bueno, la verdad es que sí.
- ¡No me estraña! ¡Yo también hice lo mismo!
- ¿Que quieres decir Padre?
- Cuando yo todavía era un joven aprendiz de Samurai - El blanco pelo de Kazo y su extraña sonrisa resaltaban que esto había pasado hace muchísimo tiempo - Un buen día me encontré por los caminos con un extraño mendigo, el pobre me dió lástima y le di todas las provisiones que llevaba encima. Era toda la comida que tenía, pero al día siguiente yo tendría un plato lleno y el no. Así que decidí dárselo. Aquel mendigo me dió las gracias diciendo "Bendito seáis jóven, y que todos vuestros sueños se vean cumplidos" tal fue la gratitud que despertó en mi corazón ese comentario que le pregunté por que se veía obligado a mendigar para sobrevivir y si podía hacer algo por él. "Mis padres murieron endeudados hace dos años" me respondió "he intentado todo lo posible para pagar las deudas, pero solo he conseguido desgracias... son tiempos difíciles y parece que yo estoy destinado para ser desgraciado" Tal coraje me causaron en el corazón tales palabras que le respondí "Los tiempos duros crean héroes" a lo que el me respondió "Dame tu espada y pelearé con tanto coraje como nunca has visto pelear a un hombre, una oportunidad necesito nada más para demostrar lo que valgo, eso es todo lo que pido a los dioses ¡Una simple oportunidad!" sus palabras hicieron solidificar una idea que se estaba forjando en mi cerebro "Aquí tienes tu oportunidad" le dije, y el me miró sorprendido "Únete a mí y podrás conseguir aquello con lo que sueñas, habrás de trabajar duro, eso no lo dudes. Sin embargo cuanto más duro trabajes, ¡mayor será tu recompensa!" No acabé de decir estas palabras y ya estábamos caminando juntos hacia el campamento. Una semana después el mendigo reunió a más de cien mendigos y les exhortó para que trabajaran para mejorar su vida, muchos fueron los que le abuchearon y despreciaron, sin embargo veinte de aquellos mendigos se alistaron inmediatamente. Cuando los vi llegar pensé que eran una banda de ladrones, aún así corrí a por las veinte katanas, como tú has echo hoy, con la diferencia de que yo casi me mato al volver corriendo contra un árbol - Kazo se reía abiertamente - Aún guardo una gran cicatriz como recuerdo de ese árbol.
Juntos rieron los dos, padre e hijo hasta que por fin pudo preguntar Kan...
- ¿Y que fue de ese mendigo?
- Ese mendigo hijo, es Aki, el primero de mis Samurais y también el más poderoso y rico de todos.
Kan quedó clavado en el sitio sin poder moverse ante la impresión. ¿Había sido el ostentoso Aki un mendigo? ¡Era increíble! Hoy era el Samurai con más posesiones de todos, incluso superando al general de generales!
- Kan, nunca debes despreciar y prejuzgar a nadie por lo que es o lo que ha sido. Y mucho menos por como viste o la ropa que lleva. Juzga a las personas solo por lo que pueden llegar a ser.
- Padre si juzgo a todos por lo que pueden llegar a ser... tendré la misma estima por todos, pues todos pueden llegar a ser verdaderos Samurais, solo que unos con más esfuerzo y otros con menos.
- Así es hijo, hazlo así y sacarás lo mejor de cada persona.
Esa noche se celebraron veinte iniciaciones, fue un día de gran dicha, la fiesta se prolongó hasta tarde, fiesta en la que participó el propio Kazo, general de generales, con especial alegría, pues el futuro de su hijo estaba cada vez más claro.
Omius tardó solo dos semanas en convertirse en un verdadero Samurai, el primer verdadero Samurai del joven Kan.
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Habían pasado dos meses semanas desde que su padre Kazo le entregara su espada de aprendiz.
Hoy su padre, henchido de ego, rebosante de alegría, le entregaba su reluciente espada katana de Samurai. Una preciosa y afilada espada con el mango cubierto de oro y plata que representaba su estátus, su poder y sobre todo, que por fin era un verdadero Samurai! El más joven Samurai del ejercito.
Kan, con solo doce años había sido capaz de conseguir en solo dos meses lo que otros no eran capaces de conseguir en años.
El joven samurai desenvainó por primera vez su reluciente espada de oro y plata y leyó la inscripción grabada en antiguas runas que recorría el reluciente filo "Miles de granos de arena amontonados forman una pagoda". Meditaría más tarde sobre el significado de esta inscripción, ahora era un momento de dicha y celebración.
El viejo Samurai, orgulloso levantó en volandas a su joven hijo y lo mostró a todos los Samurais allí reunidos. "¡Este es mi hijo!" proclamo orgulloso "¡Un verdadero Samurai!" y la fiesta continuó hasta altas horas de la noche.
Kan despertó temprano, estaba ansioso por comenzar este día. Por fin era un verdadero Samurai, había dejado de ser un aprendiz y ya era todo un Samurai reconocido, así lo demostraba la hermosa espada katana que colgaba en su cintura.
Como Samurai disfrutaba de su propia tienda privada en la que reunirse con su escolta personal y mantener reuniones privadas. Naturalmente todavía no tenía una gran graduación y su tienda era modesta, adornada con los regalos que sus amigos le habían entregado el día anterior. Sin embargo para el joven Samurai era tan bella como el mayor de los templos, pues la había conseguido gracias a su propio esfuerzo y sin que nadie le ayudara.
Kan escruto el cielo. El rojo sol estaba empezando a nacer en el horizonte, todavía era muy temprano y tenía tiempo para meditar. Desenvainó su plateada katana y observó los dorados reflejos del Sol en su hoja mientras meditaba en la inscripción tallada en ella.
"Miles de granos de arena amontonados forman una pagoda"
Su padre quería transmitirle algo, y esta vez tendría que descubrírlo el. Su última conversación había girado acerca de construir un templo samurai, empezando por los cimientos. Kan ya casi había logrado este objetivo, contaba con cinco Samurais fieles en su guardia personal, cerca de quince guerreros, no lo suficientemente diestros para poder considerarlos Samurais. Y toda su guardia personal contaba a su vez con tres o cuatro Samurais y algún que otro guerrero. En total sumaban cincuenta guerreros, diecisiete de ellos verdaderos Samurais!
Kan sabía que ya casi estaban formados los cimientos de su templo, y su padre le mandaba una inscripción que trataba sobre una pagoda. El joven Samurai había visto muchas pagodas en su infancia, eran enormes torretas de trece pisos de una belleza incalculable. Se situaban a los lados de los templos como una parte de los mismos para llamar la atención de los caminantes desde lejos y atraerlos al templo.
Su padre, el general de generales le estaba diciendo que esas maravillosas torres, exponentes de una belleza sin igual, eran solo miles de granos amontonados uno sobre otro, Kan empezaba a comprender...
- ¿Eres tu Kan? - Tronó una voz a su espalda.
- Si, yo soy el Samurai Kan - dijo sonriendo mientras se daba la vuelta - ¿Quien eres tú caminante?
- Soy el terrible Omius, guerrero veterano de cien batallas - pronunció rotundamente - e invicto en todas ellas. Nadie jamás a logrado superarme en la batalla y con estos antecedentes vengo a posar mi espada a tus pies y a abrazar tus rodillas para rogarte que me permitas entrar a tu servicio. Pues tu fama recorre la región como el más joven y exitoso de los Samurais. Si has logrado llegar a tu posición con solo doce años, quiero estar a tu lado cuando seas un hombre maduro y seas general de generales. - La mirada del poderoso guerrero era directa y penetrante, su musculoso cuerpo denotaba una fuerza sin igual, y sus manos parecían hechas para manejar la poderosa y terrible espada de más de dos metros que posaba a los pies de Kan mientras pronunciaba estas palabras.
El joven Kan estaba con la boca abierta como un tonto, nunca había soñado nada parecido. Antes la gente le había repudiado acusándole de mentiroso y embaucador y ahora un poderoso guerrero se postraba ante el como ante un rey!!!
Tras unos segundos de duda, el entrenamiento Samurai del joven le ayudó a salvar la situación con sabiduría y justicia.
- Por favor, Omius, levántate y recoge tu espada. Estaré encantado de que te unas a mi equipo de Samurais - una plácida sonrisa iluminaba la cara de Kan - hoy, cuando el Sol se halle en su cenit, nos reuniremos todos en frente de mi tienda, te ruego que acudas para unirte oficialmente con nosotros.
- Si señor! - Respondió efusivamente Omius y se dispuso a alejarse.
- Ah Omius! - El guerrero miró al joven mientras se alejaba - no me llames señor... que me haces sentir viejo... - La cara de Kan se torno roja de vergüenza y Omius se alejó contento y sonriente por haber encontrado no solo a un futuro general, sino también a un futuro amigo.
Era mediodía, una suave y cálida brisa soplaba del Sur alegrando los corazones de los Guerreros y los Samurais, Omius estaba sentado delante de todos, esperando su presentación oficial. Kan salió por fin de su nueva tienda, portaba en sus manos una espada katana de las que lucían los aprendices. Y en su cintura lucía su hermosa katana dorada y plateada despidiendo luminosos destellos contra el Sol de la mañana.
- Queridos amigos - Empezó Kan - Hoy tenemos el honor de incluir en nuestro equipo a un experimentado guerrero. Uno que ha participado en cientos de batallas sin ser vencido ni una sola vez - murmullos de admiración corrieron entre los aprendices - Por eso es un orgullo para mí el poder entregar su primera katana a Omius. Bienvenido Seas!
Omius miró con una extraña mueca el arma que le tendía Kan, era una espada casi totalmente recta que medía poco más del brazo de un hombre de un solo filo, él estaba acostumbrado a utilizar su gran espada bastarda de casi dos brazas, de doble filo y con muescas cerca de la empuñadura que ayudaban a desgarrar la carne del enemigo. Sin embargo cogió la espada que le tendía el joven Samurai y descubrió asombrado el increíble filo de esta, cosa que le agradó, y sonriente proclamó en voz alta.
- Kan, tu me has hecho un regalo y yo quiero hacerte otro. Esta tarde, cuando el ocaso este cerca te enseñaré como ganar siempre una batalla.
El joven Samurai quedo sorprendido y agradado por el ofrecimiento de Omius y aceptando de buen grado comenzó a enseñar a todos los nuevos, incluido Omius las bases que todo Samurai había de conocer. "Hoy habéis dado un paso muy importante. Habéis dejado de ser personas normales, habéis dejado el bosque para introduciros en el camino de la vida por el sendero de los Samurais. Habéis superado la trampa invisible que tienden los fantasmas del miedo y del fracaso..." y así continuó la tarde, como tantas otras, enseñando, a los nuevos aprendices, la misma sabiduría y repitiendo las mismas palabras que en su día, hace solamente dos meses, le había dicho su padre.
Más tarde, una vez finalizadas las clases, Kan y Omius se reunieron en un claro apartado, donde Omius se transformó en profesor y el joven Samurai en aplicado alumno.
- Lo primero que debes saber Kan, es que todo duelo se gana o se pierde en los cinco primeros segundos.
- ¿Como es eso Omius?
- Es tu presencia física, tu fortaleza mental y las primeras palabras que surjan de tu boca las que deciden el resultado de la liza, naturalmente las cosas siempre pueden cambiar, sin embargo es esta primera impresión que le causas a tu contrincante la que normalmente decidirá el resultado del combate.
Kan estaba asombrado, no tenía ni idea de que fuera así, sin embargo Omius debía de saberlo bien, pues nunca había sido derrotado.
- Joven Samurai. Si cuando te presentes a un adversario tu ropas están cuidadas, tu aspecto impoluto, tu animo es tranquilo y seguro, tu mirada es franca y directa. Vacía de odio y penetrante. Y si las primeras palabras que surgen de tu boca lo hacen con tono seguro, pausado y firme. Darás la impresión al enemigo de que tu seguridad es firme como una roca, que estás tan seguro de ganar la batalla que harás que tu contrincante se ponga nervioso, pensará que eres mucho mejor que el y tendrá miedo de perder. En ese momento, cuando consigas que tu enemigo esté en desventaja moral frente a ti, habrás ganado la batalla, pues como me dijo mi padre "Al enfrentarse a muerte, el que está listo para morir sobrevivirá, mientras que el que quiere vivir a toda costa morirá"
Kan meditó silenciosamente las palabras del veterano guerrero, por experiencia sabía que si antes de cualquier batalla, aunque solo fuera una simple pelea de niños, el que tuviera miedo sería sin duda el perdedor. Sin embargo, el que estaba seguro de si mismo y confiaba en sus convicciones y técnicas, resultaba vencedor. El joven samurai gravó en su mente las palabras de su nuevo amigo para después enseñárselas a su pequeña tropa.
- Has siempre de elegir tus armas con cuidado, cuando utilices el arco, escoge uno resistente. Cuando escojas una flecha elige una larga. Para derribar al jinete, abate antes a su corcel. Para prender a los bandidos captura al que los manda.
- En resumidas cuentas, que golpee donde duele
- Esa es otra forma de decirlo! - río alegremente Omius azotando una poderosa palmada al Joven Samurai que le arrojó de su asiento al suelo. Donde decidió quedarse, sentado a cierta distancia, por si el guerrero quería demostrarle otra vez su amistad de la misma manera.
- Siempre has de dar la imagen de tener todo bajo control Kan, así tu contrincante se sentirá inseguro y cometerá algún fallo, en ese momento es cuando debes atacar. El general que sabe cuando atacar, hace que su enemigo no sepa cuándo defenderse.
- Es cierto, siempre he pensado que el ataque tiene éxito cuando el enemigo descuida la defensa. - Dijo pensativo Kan, parecía un hombre atrapado en el cuerpo de un niño.
- Dime Kan, como atacas a tus enemigos.
Kan quedo muy sorprendido ante esta pregunta.
- Pues... atacándoles claro!
- Muy mal echo jovencito! - Se burlo el luchador - Seguro que más de una vez te has llevado una buena paliza ¿A que sí?
- Bueno... - El joven Samurai torció la cara para que Omius no pudiera ver su vergüenza - Es cierto que me han vencido unas cuantas veces en estos dos meses, pero tanto como darme una paliza... Pero siempre me he levantado, entrenado y mejorado aprendiendo de mis fallos!
Omius estaba sorprendido ante la directa respuesta del joven, otros abrían negado el hecho, sin embargo Kan no solo había reconocido su falta. Además la mayoría de los jóvenes, incluso la gran parte de los adultos se rendían ante sus errores, Kan aprendía y mejoraba con cada uno de ellos. Esto impresionó al guerrero, en ese momento a Omius no le cupo la menor duda de que ese niño que tenía delante, una vez hubiera crecido, sería el mayor líder que jamás pisara la tierra.
- Eso que has dicho demuestra que te mereces el titulo de Samurai que ostentas - El luchador miraba con admiración al niño Samurai - pero debes saber que el que conoce el arte de la aproximación directa y de la indirecta resultará victorioso. Ése es el arte de la maniobra.
- ¿Que quieres decir con eso? ¿Como puedo atacar indirectamente a alguien?
- Eso no lo puedes aprender en una sola tarde, baste por hoy que aprendas estas lecciones que hoy te enseño e intentes aplicarlas en tu vida cotidiana, para que cuando llegue el momento de la lucha, puedas utilizarlas como una parte más de ti. Solo un consejo más por hoy: si quieres hacer algo, haz que tu contrincante lo haga por ti.
- Buf! Casi eres tan enrevesado como mi padre, os encanta llenarme la cabeza de acertijos! ¿Como puedo hacer que mi contrincante haga algo por mí?
- Muy fácil, hay dos formas: La primera es pedírsela, y la segunda es engañándole para que lo haga. Te contaré una pequeña fábula:
<<Un astuto zorro atrapado por un tigre hambriento le engaño de la siguiente manera:
"No te atreverás a comerme, porque yo soy superior al resto de los animales, y si me comes enojarás a los dioses. Si no me crees, sólo tienes que seguirme y comprobar lo que pasa."
El tigre siguió al zorro dentro del bosque y todos los animales huían en cuanto les veían. El tigre, maravillado y sin caer en la cuenta de que era él el que causaba el miedo, dejó que el zorro se fuera.>>
- Ves, es muy fácil cuando aprendes como hacerlo. Por ejemplo tu eres un Samurai muy joven y todavía tienes poca experiencia en la batalla. Abrá muchos que no quieran alistarse en tu ejército, pues todavía eres poco poderoso. Conozco bien a los hombres, y a los aventureros en especial. Si quieres que engorden más rápidamente las filas de tu ejército utiliza la imagen de tu padre.
- ¿Como? ¿Puedo hacer eso? - Kan estaba asustado y entusiasmado a la vez. - No sería engañar??
- Claro que puedes hacerlo Kan, acaso no formas parte del ejercito de tu padre?
- Si, claro, estoy directamente bajo sus ordenes...
- Entonces todo aquel que forme parte de tu ejército lo será también del de tu padre...
- ¡Tienes razón! Muchos no quisieron alistarse conmigo por que yo era muy jóven... me llamaron cuentista... - Los ojos de Kan brillaban de ilusión - pero nadie se atrevería a llamar cuentista a mi padre, el general de generales!
- Realmente todavía habrá gente que considere que no es lo bastante buena, ostras sin perla como tu dices, sin embargo habrá mucha más gente que quiera probar...
- Tienes razón, cuéntame más cosas... - Kan estaba entusiasmado, estaba aprendiendo muchas cosas que utilizar en la batalla.
- Solo una última cosa mi jóven superior, la mejor forma de solucionar los problemas es buscando su causa y actuando rápido "para librarse de las semillas, arrancar de raíz; para que una cazuela deje de hervir, retirar el combustible" - Omius bostezó, la luna ya estaba bien alta y había sido un día duro para él - Ahora hemos de retirarnos a dormir, ya es tarde y mañana serás tú el que tenga que enseñarme a mí.
- De acuerdo - Kan saltó y hechó a correr hasta su tienda - Hasta mañana Omius!
- Bueno, bueno, parece que este chico es dicho y hecho... - Omius estaba realmente asombrado con el jóven Samurai - ...muy pronto será el mayor estratega del mundo, muy pronto... - Y acostándose sobre un montón de hojas se durmió con las estrellas como su único techo.
La aurora, con sus resplandecientes dedos rojos, llegó pronto. Omius era un guerrero avezado, forjado en mil batallas y la instrucción que había recibido el día anterior no había caído en terreno yermo. Se aseó rápidamente en el río y partió al camino antes aun de que finalizará el amanecer.
Después de un largo caminar, llegó a su antiguo campamento donde aun dormían sus antiguos camaradas.
- ¡Levantar haraganes! Así es como ganáis las batallas.
Cien somnolientos guerreros le miraron con cara de malos amigos, la noche anterior habían estado bebiendo hasta tarde y no tenían la cabeza para bromas.
- ¡Venga! Alegrar esas caras y tomar vuestros petates aquellos que seáis audaces y queráis obtener gloria, riquezas y poder! - El veterano luchador los miró desafiante y sacando su larga espada bastarda pronunció estas palabras - Y el resto... Podéis moriros todos, pues nunca seréis más que simples guerreros borrachos!
- Qué es lo que propones tú tan airadamente - contestó un guerrero escondido entre las sombras - las promesas que nos haces ya nos las ha hecho antes nuestro capitán, el mismo al que tú has abandonado.
- Lo que yo os propongo - Respondió avezado Omius - Es uniros a un verdadero ejército, uno que está regido por la camaradería y por la justicia, en el que cada guerrero recibe exactamente lo que vale, donde, si trabajáis para ello, podréis llegar al puesto que vosotros mismos os marquéis. Lo que os propongo es la mejor oportunidad que pueden presentaros en vuestra triste vida, la de convertiros en un verdadero Samurai!
- Yo he oído algo sobre esos Samurais - Respondió un guerrero bajito y flacucho - Dicen que son capaces de realizar verdaderas proezas, que no les importa que seas guapo o feo, que seas de uno u otro color, te aceptan como un hermano si eres justo y trabajas como debes.
- Así es, y es cierto - Respondió Omius - Uniros a mí, convertiros en Samurais y tendréis todo aquello con lo que habéis soñado. Posesiones, ejército, amigos y sobre todo, felicidad! Si, felicidad, pues e contemplado la faz de los Samurais y sólo he encontrado paz y dicha en sus corazones. ¿Tenéis eso vosotros? ¿Queréis conseguirlo? Eso es lo que yo os ofrezco ¡Uníos a mí!
- Son bonitas tus palabras Omius - Contestó un guerrero desaliñado y lleno de pulgas - ¡Oíd todos! Mi hermano se unió hace un año a esos Samurais y no consiguió nada en las dos semanas que estuvo con ellos. Ni dinero, ni poder ni sabiduría. Yo proclamo que eso es una estafa y que prefiero seguir durmiendo en las porquerizas, junto a los cerdos, que unirme a esas gentes tan extrañas. ¡No son normales!
- Tienes razón - Respondió Omius - No son gente normal, ¡son personas extraordinarias! Buenas personas que se dedican a ayudar a los demás, no ha robarles como hace tu hermano, pues por eso está en la cárcel, por ladrón. No me extraña que un cobarde como tu hermano no consiguiera llegar a ser un Samurai, pues lo primero que se necesita para ser un verdadero Samurai es un corazón puro y valeroso. Tú y todos los que sean como tú y como tu hermano podéis quedaros junto a los cerdos revolcándoos en los desechos, lo que yo busco son hombres valientes y puros, hombres que quieran ayudar a los demás y llegar a ser algo en la vida. ¿Quienes de vosotros sois valerosos y puros de corazón? Aquellos que lo seáis seguirme y cambiareis vuestras vidas! - Dicho esto, el guerrero invicto dio la espalda a sus camaradas dándose la vuelta, y sin siquiera mirar a atrás echo a andar por el camino.
De cien solo fueron veinte los que le siguieron, los demás se quedaron bien por desconfianza, bien por miedo a fracasar. Sin embargo eran esos veinte los que le interesaban a Omius, por eso paró en el camino en una agradable posada y los convidó a todos a bebida y comida para que llegaran descansados y también para contarles más acerca de los Samurais.
Cuando llegaron a la tienda de el joven Kan, este acababa de entregar sus katanas a los nuevos Samurais, al ver el Samurai a el veterano Guerrero acompañado de tanta gente en un principio se sorprendió, pero enseguida le comunicó Omius que estos eran nuevos aspirantes a Samurai.
Kan quedó gratamente sorprendido e ilusionado, sin embargo pronto descubrió que no tenía suficientes katanas en su tienda y partió presto a por más espadas para los nuevos aprendices a la tienda de su padre.
Así entró Kan, corriendo y nervioso en la tienda de su padre, el general de generales, y se lanzó sobre las katanas que este tenía guardadas en un baúl contándolas una y otra vez intentando cargar el solo con las veinte de una vez.
- Hijo mío! Ya ni siquiera saludas a tu padre? ¿Tan importante te has vuelto al hacerte Samurai que te olvidas de tu anciano padre?
- O padre, lo siento no os había visto - Respondió Kan avergonzado.
- Ya lo creo! con veinte katanas entre los brazos no vería bien ni el mismo águila! - y cogiendo la mitad de las espadas para ayudar a su hijo terminó - a ver, deja que te ayude ¿Donde las llevas?
- A mi tienda Padre...
- Pues vamos, que te acompañaré para ayudarte, no quiero que te rompas la crisma contra un árbol que no puedas ver. Y cuéntame que es lo que te pasa por el camino!
- Hoy es un día feliz Padre! Ayer se unió a mi equipo un guerrero llamado Omius..
- Lo conozco, es un famoso guerrero muy diestro, dicen que es capaz de vencer a cualquiera con su espada.
- Así es padre, pues el caso es que ayer le entregué su katana de aprendiz, asistió por la tarde a su primera clase... - Kan omitió a posta que después Omius le había dado clases privadas para evitar ofender a su padre - y hoy mismo ha venido con veinte guerreros! ¡Veinte guerreros que quieren ser Samurais!
- Entonces para ellos son todas estas espadas...
- Si padre, yo no tenía suficientes, así que decidí pedirte prestadas unas pocas - la tez de Kan se estaba enrojeciendo.
- Ya, y con la emoción del momento se te olvido pedirme permiso para cogerlas y decidiste tomarlas directamente ¿No?
- Eh... bueno, la verdad es que sí.
- ¡No me estraña! ¡Yo también hice lo mismo!
- ¿Que quieres decir Padre?
- Cuando yo todavía era un joven aprendiz de Samurai - El blanco pelo de Kazo y su extraña sonrisa resaltaban que esto había pasado hace muchísimo tiempo - Un buen día me encontré por los caminos con un extraño mendigo, el pobre me dió lástima y le di todas las provisiones que llevaba encima. Era toda la comida que tenía, pero al día siguiente yo tendría un plato lleno y el no. Así que decidí dárselo. Aquel mendigo me dió las gracias diciendo "Bendito seáis jóven, y que todos vuestros sueños se vean cumplidos" tal fue la gratitud que despertó en mi corazón ese comentario que le pregunté por que se veía obligado a mendigar para sobrevivir y si podía hacer algo por él. "Mis padres murieron endeudados hace dos años" me respondió "he intentado todo lo posible para pagar las deudas, pero solo he conseguido desgracias... son tiempos difíciles y parece que yo estoy destinado para ser desgraciado" Tal coraje me causaron en el corazón tales palabras que le respondí "Los tiempos duros crean héroes" a lo que el me respondió "Dame tu espada y pelearé con tanto coraje como nunca has visto pelear a un hombre, una oportunidad necesito nada más para demostrar lo que valgo, eso es todo lo que pido a los dioses ¡Una simple oportunidad!" sus palabras hicieron solidificar una idea que se estaba forjando en mi cerebro "Aquí tienes tu oportunidad" le dije, y el me miró sorprendido "Únete a mí y podrás conseguir aquello con lo que sueñas, habrás de trabajar duro, eso no lo dudes. Sin embargo cuanto más duro trabajes, ¡mayor será tu recompensa!" No acabé de decir estas palabras y ya estábamos caminando juntos hacia el campamento. Una semana después el mendigo reunió a más de cien mendigos y les exhortó para que trabajaran para mejorar su vida, muchos fueron los que le abuchearon y despreciaron, sin embargo veinte de aquellos mendigos se alistaron inmediatamente. Cuando los vi llegar pensé que eran una banda de ladrones, aún así corrí a por las veinte katanas, como tú has echo hoy, con la diferencia de que yo casi me mato al volver corriendo contra un árbol - Kazo se reía abiertamente - Aún guardo una gran cicatriz como recuerdo de ese árbol.
Juntos rieron los dos, padre e hijo hasta que por fin pudo preguntar Kan...
- ¿Y que fue de ese mendigo?
- Ese mendigo hijo, es Aki, el primero de mis Samurais y también el más poderoso y rico de todos.
Kan quedó clavado en el sitio sin poder moverse ante la impresión. ¿Había sido el ostentoso Aki un mendigo? ¡Era increíble! Hoy era el Samurai con más posesiones de todos, incluso superando al general de generales!
- Kan, nunca debes despreciar y prejuzgar a nadie por lo que es o lo que ha sido. Y mucho menos por como viste o la ropa que lleva. Juzga a las personas solo por lo que pueden llegar a ser.
- Padre si juzgo a todos por lo que pueden llegar a ser... tendré la misma estima por todos, pues todos pueden llegar a ser verdaderos Samurais, solo que unos con más esfuerzo y otros con menos.
- Así es hijo, hazlo así y sacarás lo mejor de cada persona.
Esa noche se celebraron veinte iniciaciones, fue un día de gran dicha, la fiesta se prolongó hasta tarde, fiesta en la que participó el propio Kazo, general de generales, con especial alegría, pues el futuro de su hijo estaba cada vez más claro.
Omius tardó solo dos semanas en convertirse en un verdadero Samurai, el primer verdadero Samurai del joven Kan.
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Maledictum Sanguine- Admininistrador
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